En el Camino de Ziguincho a Dakar nos encontramos a nuestros costados pequeños BAOBAB, mucho y por todos lados...











El BAOBAB es el gigante árbo Africano. Cuentan en África que el baobab era uno de los árboles más bellos del continente, admirado por todos por su follaje y flores. Su vanidad creció tanto que los dioses lo castigaron, enterrando sus ramas y dejando a la vista sus raíces. En efecto, parece un árbol invertido que, con sus ramas extendidas en orden anárquico, pretende implorar el perdón de los dioses.
Puede alcanzar una altura de algo más de treinta metros y una anchura que llega a los doce metros de diámetro.
Estas dimensiones varían en función de la especie: el adansonia digitata, originario de África continental, o el adansonia randidieri, de Madagascar, pueden medir más de 25 metros, mientras que la variante de Australia, adansonia gibbosa, rara vez llega a los diez metros y el adansonia rubrostipa suele medir la mitad. Pueden alcanzar hasta los 3.000 años de vida.
Posee un tronco liso, con una madera compuesta por múltiples fibras, por lo que se utiliza de forma habitual para hacer cestos o papel. Esta madera es la que posibilita que dentro del árbol se puedan almacenar miles de litros de agua, que el vegetal consumirá durante las épocas de dura sequía, bastante habitual en el continente africano.
Sus flores, que son de color amarillo o blanco, se abren durante la noche, y son polinizadas por los murciélagos. Tienen, al igual que el tronco, una utilidad práctica, ya que con el polen se elaboran pegamentos. El fruto, que es comestible, aporta vitamina C; además, puede molerse o asarse, para elaborar una bebida semejante al café.

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